Imagino el bosque en este instante de la medianoche:
algo más está vivo
además de la soledad del reloj
y esta página en blanco donde se deslizan mis dedos.
Por la ventana no veo estrellas:
algo más cercano
aunque más profundo en lo oscuro
entra en la soledad:
fría, delicadamente como la oscura nieve
el hocico de un zorro toca ramitas, hojas;
dos ojos siguen un movimiento que ahora
y de nuevo ahora, y ahora, y ahora
deja limpias huellas en la nieve
entre árboles, y con cautela una sombra
truncada la rellena un tocón y un cuerpo
hueco que se atreve a venir
por los claros del bosque, un ojo,
un verdor vasto y profundo,
brillantemente, concentradamente,
se ocupa de sí mismo
hasta que, con súbito caliente hedor de zorro,
entra en el oscuro agujero de la cabeza.
Aún no hay estrellas; hace tic-tac el reloj,
la página está escrita.
algo más está vivo
además de la soledad del reloj
y esta página en blanco donde se deslizan mis dedos.
Por la ventana no veo estrellas:
algo más cercano
aunque más profundo en lo oscuro
entra en la soledad:
fría, delicadamente como la oscura nieve
el hocico de un zorro toca ramitas, hojas;
dos ojos siguen un movimiento que ahora
y de nuevo ahora, y ahora, y ahora
deja limpias huellas en la nieve
entre árboles, y con cautela una sombra
truncada la rellena un tocón y un cuerpo
hueco que se atreve a venir
por los claros del bosque, un ojo,
un verdor vasto y profundo,
brillantemente, concentradamente,
se ocupa de sí mismo
hasta que, con súbito caliente hedor de zorro,
entra en el oscuro agujero de la cabeza.
Aún no hay estrellas; hace tic-tac el reloj,
la página está escrita.
Ted Hughes
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